Geoingeniería: ¿realidad o ciencia ficción? El Reino Unido apuesta 75 millones a "jugar" con el clima

Un grupo de científicos y el gobierno británico decidieron invertir más de 75 millones de dólares para explorar formas de enfriar el planeta manipulando el propio clima. Sí, tal como suena.

Un paraguas gigante flotando en el espacio para bloquear parte del Sol, nubes más blancas y brillantes que reflejen mejor la luz, o hielo ártico engrosado a mano para frenar su derretimiento. Estas ideas son parte de un paquete de proyectos que acaba de lanzar el Reino Unido, con una inversión de 56,8 millones de libras (unos 75 millones de dólares), para explorar lo que se conoce como geoingeniería climática.

La iniciativa, impulsada por la Agencia de Investigación e Invención Avanzadas (ARIA), tiene un nombre que parece sacado de una película de ciencia ficción: Explorando el Enfriamiento Climático. El objetivo es ambicioso y controvertido: estudiar si es posible usar tecnologías de geoingeniería para frenar el calentamiento global.

La geoingeniería es un campo que propone intervenir deliberadamente en el sistema climático para contrarrestar los efectos del cambio climático. Puede sonar como una solución mágica -y hasta atractiva en un mundo que se calienta cada vez más rápido-, pero también despierta preocupaciones éticas, científicas y políticas. ¿Qué pasa si alteramos el equilibrio natural de forma irreversible? ¿Quién decide cómo, cuándo y dónde intervenir?

La geoingeniería no es un reemplazo para la acción climática convencional -como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero-, pero algunos científicos creen que podría ganar tiempo. Mark Symes, electroquímico de la Universidad de Glasgow y coordinador del programa “Explorando el Enfriamiento Climático”, señala que el objetivo es explorar soluciones que ayuden a frenar puntos de inflexión peligrosos. Uno de los escenarios que más preocupa es el colapso de la circulación oceánica del Atlántico Norte, impulsado por el deshielo acelerado de Groenlandia. Si esa corriente se detiene, el impacto climático sería global y devastador.

Aun así, la idea de manipular el clima genera resistencias. La geoingeniería es un tema altamente divisivo, que despierta temores sobre sus efectos secundarios, el riesgo de que sea mal utilizada y los dilemas éticos de intervenir un sistema tan complejo como el planeta. “La confianza será esencial”, afirma Peter Frumhoff, asesor del Centro de Investigación Climática Woodwell. Y agrega una advertencia: “Me opondría a que se hicieran experimentos al aire libre en países que no estén reduciendo drásticamente sus emisiones”.

La estrategia para el enfriamiento climático tiene una particularidad: la transparencia. Piers Forster, climatólogo de la Universidad de Leeds y presidente del comité que supervisa los proyectos, asegura que todos los resultados se publicarán de forma abierta. “Queremos que esta investigación se mantenga en el dominio público”, dice. Una forma de evitar que estas tecnologías queden en manos privadas o, peor aún, se desarrollen en secreto.

Experimentos que parecen de película, pero que pueden ser reales

De los 21 proyectos seleccionados por ARIA, cinco incluyen pruebas al aire libre, lo que los vuelve especialmente sensibles. Uno de los más llamativos propone usar globos para enviar minerales como caliza y polvo de dolomita a la estratósfera, entre 15 y 50 kilómetros de altura, con el fin de analizar cómo interactúan con la radiación solar. En esta etapa inicial, no se liberarán partículas, pero es un primer paso hacia la idea de enfriar la Tierra bloqueando parte de la luz solar desde las alturas.

Además de la geoingeniería, ARIA financia investigaciones en inteligencia artificial, neurotecnología y otras áreas que podrían transformar la vida humana

Otra línea de trabajo busca engrosar el hielo marino en regiones árticas. El proyecto está liderado por Shaun Fitzgerald, del Centro para la Reparación del Clima de la Universidad de Cambridge. Su equipo bombeará agua marina sobre la superficie helada en lugares como Svalbard (Noruega) y Canadá, para que se congele y aumente el espesor del hielo. El año pasado, en una prueba previa sin apoyo de ARIA, lograron sumar cerca de medio metro de hielo. Ahora intentarán extender el experimento hasta un kilómetro cuadrado.

La investigadora Julienne Stroeve, experta en hielo marino del University College de Londres, no está convencida. “No creo que sea viable a gran escala”, afirma, y advierte que el impacto ecológico local aún no está claro. Desde ARIA aclaran que los experimentos solo continuarán si se demuestra que son ambientalmente seguros.

La creatividad de los científicos también se pone a prueba en otros proyectos. Un equipo de la Universidad de Reading recibió 2 millones de libras para investigar si es posible aclarar nubes marinas usando electricidad. La idea es liberar pequeñas cargas que modifiquen el tamaño de las gotas de agua, lo que podría aumentar la reflectividad de las nubes. Si funciona, podrían probarlo en zonas de hasta 100 metros cuadrados.

También hay propuestas más futuristas. Ingenieros de la NASA y de la Universidad de Nottingham recibieron 400 mil libras para modelar diseños de reflectores espaciales. Son estructuras gigantes que se colocarían en órbita para actuar como paraguas planetarios. El equipo simulará el impacto que tendrían sobre el clima global y evaluará cuáles de esos diseños valdría la pena desarrollar.

Incluso hay un proyecto teórico que analiza cómo modificar las nubes cirros, que a diferencia de otras, calientan el clima al atrapar calor en lugar de reflejarlo. Entenderlas mejor podría abrir la puerta a nuevas estrategias de enfriamiento.

¿Una solución o un problema mayor?

En total, ARIA recibió unas 120 propuestas y seleccionó 21. Las categorías incluyen métodos para engrosar el hielo, aclarar nubes, estudiar las cirros, analizar la viabilidad de liberar materiales en la atmósfera y explorar conceptos espaciales. También hay líneas dedicadas a estudiar la ética de la geoingeniería, sus impactos geopolíticos y las implicancias para la gobernanza internacional.

Porque si bien enfriar el planeta suena tentador, también abre una caja de Pandora. ¿Quién decide cómo y cuándo hacerlo? ¿Qué pasa si una región se beneficia y otra sufre las consecuencias? Y sobre todo: ¿estamos listos para jugar con el clima?

Todavía no hay respuestas, pero la investigación ya empezó.